viernes, 6 de diciembre de 2013

En defensa de la filosofía

¿Cuántos libros, cuántos discursos se han escrito y leído con este título? Son innumerables y se dan desde el comienzo mismo de la filosofía. Si son necesarias tantas defensas de la filosofía es, por una parte, porque desde siempre ha sido ninguneada y maltratada y, por otra, porque se ha tenido mucho interés en defenderla de estos ataques.

Veamos primero en qué se sustentan los principales ataques:

1.       La filosofía no se entiende
No se entiende porque hablan raro y eso levanta sospechas. Es como oír hablar chino o alemán. Piensas que suena feo, o bien que es muy difícil. Si piensas lo primero, lo rechazas y no quieres saber nada más. Si piensas lo segundo, te dices a ti mismo que las personas que lo hablan deben ser inteligentísimas. Entonces te admiras, pero tampoco quieres saber nada más.

2.       La filosofía es sustento de ideologías
Parece que la filosofía sólo sirve para poner ideas alocadas en la cabeza de la gente. Las teorías de Nietzsche y Hegel llevan a los nazis a consumar el horror del holocausto; las teorías de Marx, a las masacres de Stalin. ¿Y qué hay de todos esos (San Agustín, Santo Tomás, Descartes…) que se tienen por filósofos pero no paran de hablar de Dios? ¿Cómo puede presumir la filosofía de ser un ejemplo de pensamiento crítico?

3.       La filosofía no sirve para nada
Y no sólo la filosofía, ni el arte ni la ciencia sirven para nada. Bueno, el arte es divertido a veces, entonces sí sirve. La ciencia también sirve a veces, porque me permite tener un móvil magnífico o vivir hasta los 90 años. Pero una obra de arte que me llene de confusión o una investigación sobre algas rojas, eso tampoco sirve para nada. No desde el punto de vista de la mediocridad y el egoísmo del aquí y el ahora.

Armemos ahora nuestra defensa volviendo sobre los puntos anteriores:

1.       Hay que entender la filosofía
No hay que entender esta o aquella idea en concreto de un filósofo de tal o cual siglo. Hay que entender el papel central de la filosofía en el progreso. El poder económico y tecnológico ha situado a Occidente en la vanguardia en cuanto a lo que se consideran los mayores logros de la humanidad. Pero la clave de todo esto se encuentra en un paso previo sin el cual lo demás no sería posible: la alianza entre filosofía y ciencia. De esta asociación tan fructífera habría muchísimo que decir, pero lo condenso en esta adaptación de una famosa afirmación kantiana: la filosofía sin ciencia es vacía, la ciencia sin filosofía es ciega. Esto es, si la filosofía no tiene en cuenta los avances de la ciencia, y el conocimiento de la realidad que esta propicia, corre el riesgo de convertirse en un discurso vacío. Pero si la ciencia no tiene en cuenta las consideraciones de la filosofía avanzará de una forma ciega hacia consecuencias indeseables, de las que tenemos claros ejemplos si pensamos en los desastres medioambientales y humanitarios de los siglos XX y XXI.
  
2.       Ninguna filosofía que sea propiamente filosofía puede ser sustento de ideologías
 Más bien, la filosofía es exactamente lo contrario de la ideología, es el mismo corazón del pensamiento crítico. A quien le hayan contado otra cosa ya puede estar poniendo su reclamación en consumidores y usuarios, puesto que se ha encontrado con un auténtico estafador de la filosofía.
Lo que intentamos captar cuando estudiamos las teorías platónicas, aristotélicas, tomistas, marxistas, nietzscheanas, etc. es el preciso momento, el glorioso momento, en el que una personalidad insigne se sube en los hombros de los gigantes. Esto es, supera la sabiduría de su propia tradición desde un pensamiento perspicaz y crítico, preguntándose por qué son las cosas así y por qué no son de otro modo, rompiendo con las convenciones, haciéndose más libre y liberando así a los demás de las antiguas ideas sobre las que hay que crecer.

3.       La filosofía no sirve para nada
Si esto me lo dice un adolescente, pienso que sólo quiere llamar mi atención, como quien dice que El Quijote está sobrevalorado. A veces, lo reconozco, me pongo de mal humor y simplemente le digo que tiene razón. Otras veces, le digo que ha caído en un error categorial y se lo explico: No todas las cosas pueden clasificarse usando las mismas categorías. Al igual que no puedo clasificar jugadores de fútbol según sean instrumentos de cuerda o de viento, mi abuelo, la alergia y la filosofía son cosas que no se pueden clasificar como útiles o inútiles. El avispado se da cuenta de que la filosofía sirve al menos para una cosa: darle en las narices a quien te dice tonterías.  
Pero, si esto me lo dice un adulto me da lástima y vergüenza ajena, y tengo que poner todo mi interés y sensibilidad diplomática para no declarar que su afirmación es la muestra impúdica de un pensamiento y una formación mediocres.

Nuestros políticos muestran impúdicamente su falta de formación, mediocridad e imbecilidad a diario y no se sonrojan por una cosa tan nimia como desterrar a la filosofía de la enseñanza. Ellos esperan que en poco tiempo el desconocimiento de la filosofía sea tan generalizado que ya no tengamos autoridad para denunciar su mediocridad. Ese día, diremos que la filosofía no sirve para nada y seremos menos libres, pues nadie se preguntará ya por qué es así y no de otra forma.

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