¿Cuántos libros, cuántos discursos se han escrito y leído
con este título? Son innumerables y se dan desde el comienzo mismo de la
filosofía. Si son necesarias tantas defensas de la filosofía es, por una parte,
porque desde siempre ha sido ninguneada y maltratada y, por otra, porque
se ha tenido mucho interés en defenderla de estos ataques.
Veamos primero en qué se sustentan los principales ataques:
1.
La filosofía no se entiende
No se entiende porque hablan raro y eso
levanta sospechas. Es como oír hablar chino o alemán. Piensas que suena feo, o
bien que es muy difícil. Si piensas lo primero, lo rechazas y no quieres saber
nada más. Si piensas lo segundo, te dices a ti mismo que las personas que lo hablan
deben ser inteligentísimas. Entonces te admiras, pero tampoco quieres saber
nada más.
2.
La filosofía es sustento de ideologías
Parece que la filosofía sólo sirve para
poner ideas alocadas en la cabeza de la gente. Las teorías de Nietzsche y Hegel
llevan a los nazis a consumar el horror del holocausto; las teorías de Marx, a las
masacres de Stalin. ¿Y qué hay de todos esos (San Agustín, Santo Tomás,
Descartes…) que se tienen por filósofos pero no paran de hablar de Dios? ¿Cómo
puede presumir la filosofía de ser un ejemplo de pensamiento crítico?
3.
La filosofía no sirve para nada
Y no sólo la filosofía, ni el arte ni la
ciencia sirven para nada. Bueno, el arte es divertido a veces, entonces sí
sirve. La ciencia también sirve a veces, porque me permite tener un móvil magnífico
o vivir hasta los 90 años. Pero una obra de arte que me llene de confusión o
una investigación sobre algas rojas, eso tampoco sirve para nada. No desde el
punto de vista de la mediocridad y el egoísmo del aquí y el ahora.
Armemos ahora nuestra defensa volviendo sobre los puntos anteriores:
1.
Hay que entender la filosofía
No hay que entender esta o aquella idea en
concreto de un filósofo de tal o cual siglo. Hay que entender el papel central
de la filosofía en el progreso. El poder económico y tecnológico ha situado a
Occidente en la vanguardia en cuanto a lo que se consideran los mayores logros
de la humanidad. Pero la clave de todo esto se encuentra en un paso previo sin
el cual lo demás no sería posible: la alianza entre filosofía y ciencia. De
esta asociación tan fructífera habría muchísimo que decir, pero lo condenso en esta
adaptación de una famosa afirmación kantiana: la filosofía sin ciencia es vacía, la ciencia sin filosofía es ciega.
Esto es, si la filosofía no tiene en cuenta los avances de la ciencia, y el
conocimiento de la realidad que esta propicia, corre el riesgo de convertirse
en un discurso vacío. Pero si la ciencia no tiene en cuenta las consideraciones
de la filosofía avanzará de una forma ciega hacia consecuencias indeseables, de
las que tenemos claros ejemplos si pensamos en los desastres medioambientales y
humanitarios de los siglos XX y XXI.
2.
Ninguna filosofía que sea propiamente filosofía
puede ser sustento de ideologías
Más
bien, la filosofía es exactamente lo contrario de la ideología, es el mismo
corazón del pensamiento crítico. A quien le hayan contado otra cosa ya puede
estar poniendo su reclamación en consumidores y usuarios, puesto que se ha
encontrado con un auténtico estafador de la filosofía.
Lo que intentamos captar cuando estudiamos las teorías platónicas, aristotélicas, tomistas, marxistas, nietzscheanas, etc. es el preciso momento, el glorioso momento, en el que una personalidad insigne se sube en los hombros de los gigantes. Esto es, supera la sabiduría de su propia tradición desde un pensamiento perspicaz y crítico, preguntándose por qué son las cosas así y por qué no son de otro modo, rompiendo con las convenciones, haciéndose más libre y liberando así a los demás de las antiguas ideas sobre las que hay que crecer.
Lo que intentamos captar cuando estudiamos las teorías platónicas, aristotélicas, tomistas, marxistas, nietzscheanas, etc. es el preciso momento, el glorioso momento, en el que una personalidad insigne se sube en los hombros de los gigantes. Esto es, supera la sabiduría de su propia tradición desde un pensamiento perspicaz y crítico, preguntándose por qué son las cosas así y por qué no son de otro modo, rompiendo con las convenciones, haciéndose más libre y liberando así a los demás de las antiguas ideas sobre las que hay que crecer.
3.
La filosofía no sirve para nada
Si esto me lo dice un adolescente, pienso
que sólo quiere llamar mi atención, como quien dice que El Quijote está sobrevalorado. A veces, lo reconozco, me pongo de
mal humor y simplemente le digo que tiene razón. Otras veces, le digo que ha caído
en un error categorial y se lo explico: No todas las cosas pueden clasificarse
usando las mismas categorías. Al igual que no puedo clasificar jugadores de
fútbol según sean instrumentos de cuerda o de viento, mi abuelo, la alergia y
la filosofía son cosas que no se pueden clasificar como útiles o inútiles. El
avispado se da cuenta de que la filosofía sirve al menos para una cosa: darle
en las narices a quien te dice tonterías.
Pero, si esto me lo dice un adulto me da
lástima y vergüenza ajena, y tengo que poner todo mi interés y sensibilidad
diplomática para no declarar que su afirmación es la muestra impúdica de un
pensamiento y una formación mediocres.